Fotografías de leedybot y Valerie's Genealogy Photos (2) bajo Licencia Creative Commons

Recuerdo con nostalgia los tiempos en que usábamos cámaras de fotos analógicas. Cada sesión de fotos implicaba una importante inversión económica para el bolsillo de aquel chaval que yo era. Tenía que ahorrar durante varias semanas si me quería hacer con un carrete de fotos.

Nikon RF10 analógicaRecuerdo que tomábamos las fotos con sumo cuidado, pues la película o carrete eran limitados. Recuerdo vagamente que venían de 24, de 36, y de alguna otra medida que no recuerdo muy bien. Disfrutábamos con el hecho de que casi siempre venían 2 fotos extra a modo de regalo.

Disfrutaba colocándo el carrete, cerrándo la tapa de la cámara, colocándole las pilas, encendiendo la cámara y esperando la lucecita naranja que indicaba que el flash estaba listo para disparar. Disparabas la foto, no sabías cómo demonios había salido, y encima tenías que esperar nuevamente la dichosa lucecita naranja antes de poder disparar otra foto, y así. ¡Qué paciencia teníamos!

Nos hacía ilusión disparar fotos al igual que ser fotografiados. El hecho de fotografiarse en sí era todo un evento. Era propio de días señalados en el calendario, ocasiones concretas como un bautizo o un cumpleaños.

negativo fotográficoTambién recuerdo que me hacía especial ilusión encontrarme con negativos olvidados en algún triste cajón de la casa, a veces de fotos que nunca se habían revelado. Tenía que sostener el negativo bien alto, a contraluz, si quería averiguar la foto que en él se escondía. Me gustaba observar los retratos de las personas en aquellos negativos, con colores extraños, marrón y violeta. Dicha actividad me proporcionaba una sensación onírica, más cercana al mundo de los sueños que a la realidad.

foto abuelos antiguaEran tiempos en que nos conformábamos con fotos borrosas, desenfocadas, quemadas y malencuadradas. No se nos ocurría, ni por asomo, que llegaría algún día en que las cámaras se convertirían en teléfonos ni que los teléfonos fueran a ser cámaras, no teníamos ni la menor sospecha de que algún día podríamos ver las fotos de manera instantánea antes de decidir si la queríamos revelar o no. Enviar fotos a un amigo sin necesidad de sobre ni sello nos parecía un delirio absoluto.

¡Qué tiempos!