Puede que como aficionado nunca te intereses por la fotografía arquitectónica o por la fotografía macro, o incluso por la fotografía documental. Pero estoy segura de que en algún momento vas a “caer” en el retrato y acabarás persiguiendo retratos que cuentan historias. El porqué es muy fácil; a priori es la rama más “sencilla” puesto que en general, como seres sociables que somos, siempre disponemos de algún incauto que se ofrece a posar para nosotros 😉 .
Antes de continuar, te recomiendo esta mega guía que hemos preparado sobre fotografía de retrato con todos los trucos y consejos para lograr unos increíbles retratos. Además, encontrarás inspiración y muchísimo más de lo que puedas imaginar.
¿Y por qué he dicho “sencilla” así, entre comillas? Por varios motivos:
- A mi modo de ver, cuanto más recurrente y explotado está un tema, más difícil es conseguir resultados que nos convenzan.
- Cuanto más “fácil” o al alcance de la mano lo tengamos, menos nos exprimiremos el cerebro para conseguir buenos resultados.
- …Y porque más allá de toda la técnica que rodea un retrato, lo más importante es que éste nos diga algo. Y a menudo esto se nos olvida, por lo que conseguimos retratos bonitos, pero sin más.
¿Cómo podemos contar historias a través del retrato?
Primero convéncete de que todos y todas tenemos algo que contar. Siempre. Y recuerda que una historia no habla de guapos modelos ni de una luz perfecta de atardecer, ni siquiera del encuadre perfecto siguiendo todas las normas de composición. Una historia tiene que conmovernos, que llegarnos, que convencernos. Por suerte, hay muchas formas de contar historias en un retrato. Veamos algunas.
Antes de empezar, lo imprescindible
Saber qué quieres contar, qué quieres decir sobre esa persona. ¿La conoces? ¿Cómo es? ¿Qué quieres decir sobre ella? ¿No la conoces? ¿Qué impresión te ha dado? ¿Has hablado con ella? ¿Puedes intentar conocerla de algún modo antes de disparar la foto? ¿Quieres hablar sobre su profesión? ¿Sobre su inocencia? ¿Sobre su fuerte carácter? …
Todas estas preguntas condicionarán cualquier decisión que tomes después. Desde el encuadre, hasta la luz, pasando por el nivel de acercamiento o la postura, así que es muy aconsejable que antes de disparar sepas qué quieres transmitir con tu imagen.
- Invierte tiempo en conocer a esa persona que quieres retratar.
- Conversa con ella, no sólo te ayudará a conocerla si no la conoces, si no que te ayudará a romper el hielo y a que ambos os sintáis más cómodos.
- Si es la imagen de un desconocido no te limites a fotografiarlo, todo lo que acompaña a tu imagen habla de él, tenlo presente. La luz, el punto de vista, la posición dentro del encuadre…
Espontaneidad versus preparación
Que sepas qué quieres obtener no significa que no puedas mezclar la espontaneidad con la preparación, incluso en medio de una sesión preparada puede surgir la magia de una maravillosa risa espontánea gracias a uno de tus buenos chistes, o un ceño fruncido debido a uno de los malos 😉
No hay una receta única para obtener buenos retratos que cuentan historias, eres tú el que debe sentirse cómodo con tu propia forma de trabajar, si prefieres dejarte llevar en medio de un ambiente libre donde tu “modelo” se desenvuelva completamente a su aire, es válido. Si por el contrario prefieres controlar todos los aspectos del retrato, desde lo técnico hasta la pose o expresiones de tu protagonista, también es perfectamente válido.
Sea como fuere, no tengas miedo de dirigir tu escena y de moverte libremente y sin prisa siempre que la situación te lo permita.
A través de la actitud y el lenguaje no verbal
Relacionado siempre con qué historia queremos expresar sobre esa persona, la actitud que muestre es esencial para la idea que quieres transmitir.
La actitud se transmite a través de muchas variables como la posición de los brazos, los gestos con con las manos, la mirada, una sonrisa, un ceño fruncido, una mirada directa a cámara o una mirada perdida…Todo nos habla de algo, todo nos transmite diferentes cosas.
- La mirada: Puedes dirigirla directamente a cámara o hacia otro lado. Puedes hacer que ésta se dirija hacia algo dentro del encuadre o hacia algo que no podemos ver puesto que se sitúa fuera del mismo. Una mirada directa a cámara, es una mirada directa al espectador, una mirada no directa y fuera del encuadre nos anima a imaginar parte de la historia, y una mirada no directa dentro del encuadre puede generar una narrativa añadida. (Mira algo, objeto o persona que nosotros también vemos y crea una relación, una historia).
- La postura: No es lo mismo una postura relajada que unos brazos en jarras, alguien sentado cómodamente, que alguien en tensión, no es lo mismo alguien de brazos cruzados que alguien que nos muestra por ejemplo las palmas de la mano.
- La expresión del rostro: Seriedad, risa, carcajada, concentración, tristeza, llanto desesperado, concentración, furia.
Controlar el lenguaje no verbal en el retrato es tan esencial como el abecedario para aprender a leer o escribir. Por eso, si te has quedado con ganas de más, te recomiendo este artículo sobre el lenguaje no verbal en la fotografía de retrato.
Composición
O dónde colocar a nuestro sujeto dentro del encuadre, cómo y por qué condiciona nuestra forma de percibir y entender el retrato. Puedes transmitir agobio, libertad, soledad o inocencia sólo por la forma en la que colocas a tu protagonista dentro de la imagen. Veamos algunas formas de conseguirlo:
- Ley de la mirada. O dejar respirar la imagen en la dirección a la que se dirige la mirada.
- Regla de los tercios. No es obligatorio aplicarla (ni mucho menos) pero sí es “obligatorio” conocerla 😉 Es aquella que dice que la atención del espectador se dirige más fácilmente a las intersecciones imaginarias resultantes de dividir el encuadre en tres líneas horizontales y tres líneas verticales. Los puntos en que estas líneas se cruzan, son los puntos fuertes de la imagen y es allí donde tu centro de interés resalta más para el ojo humano del espectador.
- El espacio negativo. Que es aquello que rodea a nuestro “modelo” pero sin aportar información Podemos decir que es un fondo que lo acompaña, pero no le resta protagonismo. El lugar en el que colocas este espacio negativo, te ayudará a transmitir diferentes sensaciones, desde soledad, hasta agobio. Puedes leer más sobre espacio negativo aquí.
El entorno y el fondo
Todo aquello que rodea a nuestro protagonista, aunque a menudo cometamos el error de olvidarlo, tiene y aporta información. Para bien o para mal, así que la primera decisión importante con respecto al fondo es, ¿Quiero incluirlo en mi imagen?, Si es así, ¿Por qué?, y si no es así, ¿Qué puedo hacer para evitarlo?
Cuándo incluir el fondo y cómo hacerlo
- Cuando éste tenga información relevante que te ayude a explicar la historia de tu protagonista. Por ejemplo, Pedro o Laura son carpinteros, quieres mostrar cómo se ganan la vida ya que es parte de su personalidad, bien puedes, por ejemplo, mostrarlos en su lugar de trabajo.
- Aumenta la profundidad de campo. Recuerda que a aperturas más cerradas, mayor profundidad de campo o lo que es lo mismo, mayor zona nítida en la imagen.
- Distancias focales bajas: Cuanto más angular sea tu óptica, mayor porción de fondo o entorno podrás incluir en la imagen.
Para elegir el mejor objetivo para retratos te será más fácil cuando leas el artículo del enlace.
Cuándo NO incluir el fondo y cómo hacerlo
- Cuando este no contiene información relevante para tu protagonista o le resta protagonismo.
- Reduce la profundidad de campo con aperturas de diafragma abiertas (f/1:4, f/2:8, etcétera).
- Aumenta la distancia focal.
- Mueve a tu protagonista hacia un fondo liso, neutro, o que no le reste protagonismo.
- Puedes utilizar telas tales como cortinas o pañuelos para ocultarlo.
Tanto si lo haces parte de tu imagen como si no, presta atención al color y a la textura del mismo, no todos los fondos son adecuados ni transmiten lo mismo. No es lo mismo unas piedras grises que una pared pintada en rojo chillón.
¿Una sola imagen o una serie fotográfica?
Puedes contar una historia de principio a fin en una sola imagen. O puedes hacerlo en varias, es cuestión de gustos o incluso una decisión que irás viendo sobre “la marcha” durante tu carrera fotográfica.
Las imágenes únicas dan “más libertad” tanto en temática como en tratamiento o en composición, mientras que las series parten evidentemente de la misma libertad, pero luego se recomienda que tengan una línea visual parecida para que como espectadores las percibamos como parte de una serie, y no como fotografías solitarias colocadas una al lado de las otras.
Acciones y objetos cotidianos
No sólo te ayudarán a romper el hielo y a obtener imágenes espontáneas, siempre que sea lo que quieres, también puede ayudarte a la narración de tu historia.
Y no hace falta que tengas un estudio ni un modelo profesional. Te basta a tu abuelo cocinando su especialidad en su cocina, o a tu primo manejando un tractor, o a tu madre pintando al óleo con las manos llenas de pintura y perdida entre sus lienzos. Lo más cotidiano, lo creas o no, es muchas veces lo que te depara las mejores imágenes, las que mejor conoces y las que mejor sabes transmitir.
Así que ya sabes, no tienes excusa para no ponerte a practicar de inmediato tus retratos cargados de grandes historias personales. Y si te ha gustado no olvides compartirlo en alguna o todas las redes sociales que te proponemos: Facebook, Twitter o Google+ 😉 ¡Muchas gracias por leernos! 🙂