Encontrándome de vacaciones, estoy dando un agradable paseo matutino por una ciudad que no conocía. Me paro en medio de un histórico puente a contemplar el bello paisaje que ocupa todo el horizonte. El río, el sonido del agua, una gozada. Hace un día magnífico, de esos que me gustan porque hace frío pero unos atrevidos rayos de sol me acarician la cara. Esa mezcla calor/frío me chifla.
De pronto, percibo a un caballero elevando un gigantesco y pesado objeto que… espera un momento, parece una cámara, sí una cámara réflex. Pero si es un colega de afición, mira qué casualidad. Siempre que veo a alguien practicando fotografía es un motivo de alegría. Conectas con la persona, a la distancia, ¿verdad?
Disimuladamente doy un par de pasos hacia el joven, mientras hago que estoy mirando el movil, así como quien no quiere la cosa. No es por nada pero, me muero de ganas de saber la marca y modelo de la cámara. Manías que tiene uno. No puedo evitar este tipo de curiosidad «tonta», no sé si me entiendes. También me apetece saber si es una de las que yo usualmente recomiendo.
De repente veo algo que hace que se me rompa el corazón en mil pedazos. El compañero está disparando en…. ¡modo automático! ¡¿Pero qué mierda?! No puede ser. ¿Con lo bonito que es el paisaje, los colores, la luz, lo va a fastidiar todo disparando en modo automático, dejando que una máquina fría y desprovista de todo sentimiento decida los ajustes para tomar una foto que, se supone, tendrá que emocionar? No lo puedo entender.
¿Qué hago? Me quedo parado, mientras mi cabeza se convierte en un hervidero de pensamientos negativos y de mucha indignación. Reconozco que soy un poco extremista en este sentido, algo que debería moderar. Lo sé. La gente debería ser libre de fotografiar en el modo que le apetezca. Pero pocas cosas me pueden fastidiar una mañana tan apacible y agradable como ver a alguien disparar con una cámara réflex, probablemente una muy buena, en modo totalmente automático.
El caballero de la cámara dispara una foto. Contempla el resultado en la pantalla con cara de cierta decepción. «¡Toma ya! ¿Qué esperabas, chato?» me regodeo yo, para mí mismo. El sujeto vuelve a colocar el ojo en el visor de la cámara y se oye un segundo disparo. Mira la cámara, con el ceño fruncido, como si pensara «¡No me lo explico!» y resopla.
A lo mejor no conoce el modo manual, o no sabe usarlo. Igual se ha despistado un momento. Espera, me acercaré y amablemente se lo indico y ya está. No creo que se mosquee ¿no? No sé, tal vez deba ser algo más moderado y sugerírselo de una forma más suave. Podría pasar al lado y, cuando le tuviera cerca, hacer como si tosiera pero en realidad balbucear algo como «¡dispara en modo manual, mecachis!», o.. algo todavía más sutil tipo «¿No lees Blog del Fotógrafo? En el blog nos cansamos de explicar cómo usar el modo manual, ya te vale eh…».
Bueno, a lo mejor no cabría decir todo eso en una «tos», pero hay que intentarlo. La continuidad de este fotógrafo en esta afición está en juego.
Mientras intento decidirme y acercarme a cambiar la situación, de pronto veo cómo dos chicas se paran a hablar con el joven. No parece que se conozcan de antes. ¡¡Dios!! No me estoy creyendo lo que están diciendo. Una de las dos chicas le espeta al chico: «Perdona, si quieres un consejo, así nunca vas a conseguir una fotografía decente.»
¡Qué alegría! Hay más gente que piensa como yo. El modo automático no es el adecuado. Hay que disparar en modo manual. Sí señor.
El chico le mira con cara de alivio, cámara en mano, deseando seguramente saber lo que estaba haciendo mal. Más aliviado me sentiré yo, viendo que por fin alguien le iba a indicar al chaval que había que disparar en modo manual, o por lo menos semimanual. Está claro que gente tan indecisa y tan miedica como yo no vamos a cambiar el mundo. Menos mal que ahí están estas dos señoritas, que con un par de narices ahí les tienes, explicando al chico cómo hay que hacer la fotografía BIEN. ¡Viva el modo manual, hurrá!
¿Qué es lo que estoy haciendo mal? – pregunta el chico – Es que… soy nuevo en esto...
Trae para acá, que te enseño. – responde la chica, mientras decididamente le coge la cámara prestada un momento. Sonriente, mientras le guiña el ojo con inocencia, quita la tapa del objetivo y bromea «Si no quitas la tapa, poco vas a fotografiar».
«Aaaaacabáramos. Ahora lo entiendo» grita él victorioso. «Gracias. A partir de ahora me voy a hinchar a fotos», continúa, feliz.
Lo que pasó después no lo recuerdo bien. Los pies ya no aguantaban mi peso. Creo que el chico les echó una foto a las dos señoritas, hablaron de algo de números de teléfono. Se fueron alejando los tres, puede que a tomar algo, mientras yo, anonadado, seguía con la mirada perdida en el reflejo del sol en la superficie del río.
Fin.
P.D.: Gracias por leer este intento de relato. Si te ha gustado, compártelo. La semana que viene publicaré un artículo con 6 maneras fáciles de aprender a usar el modo manual en una cámara réflex digital.