Fotografías cortesía de Dimitris Vakrinos, Oliver Charles .

Mi opinión sobre los que retocan sus fotos en exceso (te sorprenderá)

En fotografía, hay dos clases de personas: los que editan o hacen retoque fotográfico y los que no.

Los que “procesan” de algún modo su foto en un programa informático (en el ordenador, en el móvil, etc.) y los que no lo hacen.

Entre estas dos posiciones hay muchos grises. Hay muchos grados. Los hay que editan mucho, los hay que lo hacen poco, y están los que no editan nada de nada. La foto se queda tan cual, al natural.

Y luego están los hooligans. Los hinchas. Los radicales. Los fundamentalistas. Los que, de un bando o de otro, dedican todas sus energías a criticar la opción opuesta.

Sí, todos hemos conocido a gente que ama la fotografía de una forma tan purista que cualquier tipo de “procesado” informático, por muy leve que sea, le parece un verdadero sacrilegio. O del otro bando, que descalifican cualquier fotografía “no editada” por considerarla aburrida y carente de interés.

Chico sentado en la hierba con libro y muchas hojas del libro volando
Oliver Charles

¿En qué grupo me encuentro yo?

En mi caso creo que me encuentro en la zona gris. Por lo general proceso mis fotografías, pero un procesado mínimo. No tengo nada en contra de procesar una imagen o del retoque fotográfico en exceso, simplemente es una opción personal, una preferencia completamente subjetiva que no obedece a ningún criterio racional. Mañana podría empezar a procesar/editar mis fotos mucho más. O dejar de hacerlo por completo.

No creo que editar una fotografía sea malo per se. Muchos piensan que pasar una fotografía por un programa de revelado y edición digital desvirtúa la pureza de la fotografía, que Lightroom y Photoshop son Satanás. Pero si reflexionamos solo un poco nos daremos cuenta de que lo más natural en la fotografía es precisamente editarlas y procesarlas.

Si nos remontamos a la era analógica, las fotos eran sujeto de una labor de “procesado” en toda regla. Lo que el fotógrafo hacía antaño, en el cuarto oscuro, provisto de productos químicos, era precisamente procesar sus fotografías. La labor del revelado analógico conlleva intrínsecamente la acción de “toquetear” la foto de alguna manera. Durante el revelado tú podías decidir sobre un montón de factores respecto al resultado final de esa foto.

La era analógica quedó atrás, pero el paso fundamental de revelar la fotografía y controlar sus diferentes variables (exposición, contraste, temperatura del color, etc.) sigue existiendo. Solo que ahora ha pasado a un formato digital. El cuarto oscuro ahora se llama Lightroom, Photoshop, y un montón de programas más que cumplen esta función.

Alguno me dirá: “¡Já! Pues yo no revelo mis fotografías en Lightroom ni nada de eso. Yo las disparo en JPG y tal cual salen las fotos de la cámara así las guardo”. Y respondo: Claro. Ya las ha procesado la cámara por ti compañero.

Cuando la cámara hace el retoque fotográfico por ti

Mucha gente desconoce esto, pero en fotografía réflex tienes dos tipos de formatos para tus fotos: formato RAW, en cuyo caso las tienes que procesar con algún software sí o sí, si no no te valen porque serían como una especie de negativo sin revelar aún; o formato JPG, en cuyo caso le estás cediendo a la cámara la tarea de “revelar” y procesar esa fotografía como a esa cámara (mini-ordenador) mejor le venga en gana. Como la hayan programado los informáticos de turno.

Sí señor. Tus fotografías en JPG (incluso las de tu cámara compacta y las de tu smartphone) están editadas de los pies a la cabeza. Poco queda de esa foto natural y “casta” con la que soñabas.

Y no pasa nada. Así es como funciona la fotografía y así es como funcionó desde sus inicio analógicos como venía comentando antes.

Llegados a este punto, muchos pensaréis: “De acuerdo, no pasa nada por revelar una fotografía mínimamente, si no hay más remedio entonces vale, pero.. una cosa es un revelado mínimo e imprescindible, y otra muy distinta es procesarla y que termine siendo completamente diferente al sujeto o paisaje inicialmente fotografiado. No te pases Mario.”

Reflexión

Y aquí suelto la siguiente reflexión sobre el retoque fotográfico: no todas las fotografías tienen el deber de ofrecernos una descripción literal de la realidad y de la escena fotografiada. La fotografía periodística o documental sí, requiere de un cierto nivel de fidelidad y precisión en la descripción de los hechos; pero cualquier otra fotografía es, por encima y por delante de todo, una obra artística y creativa. El artista, o creador de la obra, tiene toda la libertad del mundo para plantear su trabajo creativo de la forma que mejor le salga del interior.

Violinista volando en la orilla de la playa
Dimitris Vakrinos

Cuando te sientas en una butaca en el teatro o en el cine, estás abierto a ver una obra basada en la realidad pero rica en ficción, exageración y dramatización. No te importa que una película o una novela se adentre por los caminos de la ficción, o incluso que parta de una situación real (el típico “Basado en hechos reales”) pero la mezcle con elementos inexistentes. ¿Por qué entonces una fotografía (una obra artística, recordémoslo) tiene que limitarse a describir la realidad de una manera estricta?

Si aplicamos el mismo criterio que usamos con las demás disciplinas artísticas, no nos tendría que importar que una fotografía paisajística mostrara un paisaje tan editado y tan retocado que superase en belleza al paisaje real originalmente fotografiado. Uso el paisaje como ejemplo, pero cualquier tipo de fotografía me valdría.

Sí: entiendo que me digas que una fotografía editada en exceso y que representa una escena, paisaje o retrato demasiado “ideal” no te gusta, que no va contigo, que no es tu rollo. Bien. Cuestión de gustos y de colores. Pero hay que aceptar y respetar el hecho de que algunos fotógrafos quieran usar la fotografía para crear fascinantes mundos fantásticos e irreales. Esa clase de fotografía tiene su público también.

Tapped, de Kent Macdonald

A lo que voy es que la fotografía, a menos que se trate de una foto de periódico o de un proyecto documental, persigue el fin de tocar una fibra en nosotros, de contagiarnos de alguna emoción en particular, de hacernos sentir cosas, de hacernos reflexionar y de emocionarnos.

Matiz importante

Del mismo modo que cuando vas al cine a emocionarte con una película, o te tumbas en el sofá para sumergirte en esa novela que te atrapa, lo haces sabiendo que se trata de una ficción, el director de esa película y el autor de esa novela reconocen que se trata de ficción o de dramatización de la realidad, pues del mismo modo, lo honesto es que el fotógrafo que retoca una fotografía lo reconozca. Si un fotógrafo retoca sus fotos, mientras no lo “niegue” ante una eventual pregunta, no me parece mal que la retoque todo lo que le plazca.

Montaje fotográfico con Photoshop
Oliver Charles

En el momento en que el fotógrafo empieza a ocultar deliberadamente el hecho de que su fotografía ha sido retocada, ahí todo deja de tener sentido, pienso yo.

¿Y tú qué opinas sobre el retoque fotográfico?

Con este artículo me expongo, conscientemente, a linchamientos y críticas de toda índole. La opinión más extendida en la actualidad es la de decir que “el retoque fotográfico es malo”. Como te atrevas a pronunciarte en un foro público y expliques que, bajo tu humilde punto de vista, no tienes nada en contra de los que editan sus fotografías, vete con cuidado porque te puede caer la del pulpo como se suele decir por aquí.

Me encantaría saber lo que opinas. Déjame tu comentario abajo.

Feliz fotografía.

Actualización: Rubén de RunbenGuo ha tenido el detalle de compartir conmigo algunas de sus fotografías donde podrás ver las increíbles posibilidades que brinda la edición fotográfica. Aquí te las dejo, con el antes y el después.