La peor foto no es aquella en la que ha habido un error de exposición y que acabó saliendo demasiado oscura o muy quemada. La peor foto no es aquella que carece de nitidez, y en la que no se distingue el sujeto del fondo de lo borrosa que es. Esa no esa la peor foto créeme. La peor foto es esa que fotografías, pero que jamás ve la luz.
Lamentablemente, y aunque me dé vergüenza reconocerlo, he tenido una cuantas así. Decenas de fotos, cientos, miles de fotos que tengo en mi ordenador en este instante, y que yo llamaría «las peores fotografías de mi vida». Lo que voy a contar a continuación es un hecho vergonzoso, pero lo cuento con la esperanza de que otros aprendan de mi error. Este artículo es también en cierto modo «nadar a contra-corriente», porque diré algo que muchos fotógrafos negarán, me caerán collejas, lo sé, no se lleva decir lo que voy a decir, no es «guay» contar esto, pero no importa. Es una lección fotográfica que aprendí, algo tarde (reconozco), y nada me gustaría en la vida más que compartirla con la gente que lee Blog del Fotógrafo para compartir el aprendizaje.
Dejé de disparar en RAW porque…
Tengo 120 GB de fotos secuestradas… A fecha de hoy tengo en mi ordenador más de 120 Gigas en fotografías que alguna vez disparé con alguna de mis cámaras réflex, pero que mantuve prisioneras, retenidas, a la espera de poderlas procesar algún día. Se encuentran en una carpeta que tengo llamada «Sin Procesar», una carpeta que creé años atrás, dentro de la cual fui creando subcarpetas que fui llamando como los lugares, viajes o eventos a los que acudía con mis cámaras. Momentos que consideré lo suficientemente importantes en mi vida como para vivirlos con una cámara réflex en mano, y que puse todo mi empeño en retratar de la forma más apasionada posible. Momentos que fueron tan importantes para mí que decidí inmortalizarlos en RAW, en lugar de en JPG. La peor decisión que tomé como fotógrafo.
Con el paso del tiempo fui viendo cómo el tamaño de la carpeta «Sin Procesar» no hacía más que crecer. Se suponía que tenía que encontrar huecos en mi día a día para sentarme y procesar poco a poco las fotos que iba depositando en esa carpeta, pero eso jamás pasó, creo que principalmente debido a la enorme cantidad de fotografías sin procesar que ahí me esperaban. Soy del tipo de fotógrafos que vuelven a casa con cuatro tarjetas de memoria repletas. No disparo tres fotos, prefiero disparar cientos de fotos para así poder escoger y editar a gusto. Esto, combinado con el hecho de que había decidido dispararlas en RAW, hacía que todas aquellas fotos estuvieran de algún modo secuestradas por mí mismo, por mi decisión de dispararlas en RAW, algo que en teoría debía ser bueno, algo que en teoría debía haberme ayudado a mejorarlas.
No las mejoré nunca.
Todo lo contrario. Les di la peor vida que les podía dar, las dejé secuestradas indefinidamente, sin fecha de absolución ;(
Esto que te cuento se llama disparar en RAW. Algo que descubrí al poco tiempo de tener una cámara réflex y que supuso una revolución para mí, como para la mayoría de los fotógrafos, por no decir todos. Nadie, absolutamente nadie a día de hoy duda de las ventajas que conlleva fotografiar en RAW. Busca en Google o en Youtube y encontrarás miles, puede que millones de páginas, vídeos, tutoriales, etc., alabando los poderes sobrenaturales del modo RAW. Todos están en lo cierto, ninguno de esos vídeos, artículos o tutoriales se equivoca (hasta un servidor tiene publicado en este blog un par de artículos sobre las bondades de fotografiar en RAW). Lo que la mayoría de los fotógrafos omite decir es cuándo es beneficioso fotografiar en modo RAW y cuándo no lo es. Hay momentos en los que fotografiar en RAW es una decisión acertada, pero otros en los que eso sería la peor decisión que puedes tomar.
Cuándo fotografiar en RAW se vuelve malo para tu salud fotográfica
Abundan los artículos que te explican cuándo debes fotografiar en RAW, así que hoy pondré el foco sobre cuándo NO DEBERÍAS, casi bajo ningún concepto, fotografiar en RAW. Esto es mi opinión, algo subjetivo y personal, respetaré todo aquel que no estuviera de acuerdo conmigo, pero me duele tanto ver en mi escritorio esos 120 Gigas de fotos en RAW, miles de fotos que me agobia la simple idea de pensar que tengo que procesarlos algún día. El simple hecho de escribir sobre esto me alivia, llámalo terapia bloguera 😉
Bueno, al lío. Cuándo es mejor no disparar en RAW:
- Cuando vas a tomar muchas fotos. Cada uno tendrá un umbral diferente, pero en mi caso hace tiempo que fotografío en RAW sólo cuando la sesión no va a superar las 50 fotos. Hay días que salgo a la calle con la idea de volver a casa con al menos 200 ó 500 fotos. En esos casos utilizo JPG exclusivamente. Si dudo, o si estoy en un momento puntal en el que necesito rescatar un par de fotos para un procesado más artístico, puedo activar el modo RAW + JPG, que si bien me deja tener fotos en RAW, me permite utilizar la versión JPG igualmente.
- Cuando vas a tener que compartir esas fotos con otros. La gente te pedirá que les envíes las fotos, al menos aquellas en las que salen ellos. Si les dices que no puedes no lo van a entender, si les explicas que el motivo es porque las tienes en RAW, lo entenderán menos, excepto si son fotógrafos.
Para cuando saques un rato y las proceses, tus amigos habrán envejecido y casi no se reconocerán en la foto. No te exagero, las primeras horas de vida de mi hijo las fotografié en formato RAW exclusivamente. Ahora el crío tiene 2 añitos y te aseguro que cuando abro un archivo RAW de esos me quedo perplejo, su cara cambió por completo y, sin embargo, nunca pude disfrutar de sus fotos de recién nacido, y no porque no estuviera presente en el parto, no por no disponer de una cámara en ese momento, tampoco fue por falta de espacio en la tarjeta de memoria, el motivo fue simplemente porque lo fotografié en RAW y nunca saqué tiempo para enfrentarme a esos miles de archivos RAW que tengo en mi ordenador. ¿No te parece absurdo? - Cuando ya tienes decenas o cientos de archivos en RAW esperando ser procesadas. Es fácil dedicarnos a disparar fotos sólo para acabar acumulándolas bajo la forma de archivos digitales en RAW. Lo difícil es tener la disciplina de trabajar minuciosamente cada uno de esos archivos RAW para liberar de él esa gran historia que encierra. Si quieres mi consejo, la mejor forma de obligarte a procesar tus fotos RAW (o incentivarte, si prefieres este término) es adoptando el hábito de no fotografiar en RAW mientras tengas archivos en este formato pendientes de ser procesados. Fotografiar significa traer una foto al mundo, disparar no es más que la mitad del proceso. Si no revelas (o procesas) la foto, en realidad no has terminado de fotografiarla.
Para matizar, diré que sigo respetando y utilizando el modo RAW como la primera vez, no tengo nada en contra de fotografiar en RAW, yo lo hago, y bajo las condiciones apropiadas a ti también te recomiendo que lo utilices, pero este artículo sale de la impotencia que siento cuando veo la fascinación irracional que hay entre fotógrafos por captarlo todo, absolutamente todo en RAW, y a toda costa, cueste lo que cueste. Hay hasta camisetas que puedes llevar luciendo orgullosamente el mensaje «Yo Disparo en RAW» (I Shoot RAW en Inglés), como si eso nos hiciera mejores fotógrafos.
Disparar en RAW no te hace mejor fotógrafo. Vivir el momento, convertirlo en una foto, traerla al mundo (aunque sea con la rudimentaria cámara de un teléfono móvil), dejar que otros la miren y sientan una pequeña parte del cosquilleo emocional que sentías cuando la disparabas, eso te hace grande.
Gracias por leer esto. Ayúdame a difundirlo.